Investigación artística
Investigación artística es un enfoque de investigación particularmente adecuado
para los estudiantes e investigadores que se dedican al arte. De acuerdo con
Rubén López Cano, este enfoque "implica la reflexión crítica sobre diferentes
elementos de la práctica artística, como el proceso creativo, los hábitos y
estudio, las influencias teóricas y prácticas". Desde algunas
perspectivas, este tipo de investigación considera las prácticas artísticas
como formas particulares de producción de conocimiento, que se distinguen de
otras formas de saber no sólo por sus contenidos, sino también por sus
metodologías y principios epistemológicos.
En las últimas décadas, la investigación artística ha tenido una
amplia difusión en diversas universidades y centros de investigación,
particularmente en Norteamérica y Europa, siendo así que al día de hoy existen
diversas instituciones, publicaciones, congresos internacionales y proyectos
que permiten considerarla como un campo académico en su propio derecho.
Historia
Si bien la investigación artística parece ser un campo académico
reciente, ya en 1984 se inauguró uno de los primeros programas de doctorado de
investigación artística en Australia (Doctorado en escritura creativa de la
University of Wollongong y la University of Technology), mientras en Europa
surgen las primeras iniciativas en la década de 1990 con publicaciones
como Research in Art and Design de Christopher Frayling. A
partir de 1999, debido al Proceso de Bolonia, han surgido una gran
cantidad de publicaciones, congresos, programas educativos, etc.
Tal como afirma Álvaro Zaldívar, la investigación desde el
arte "ha existido siempre", pues siempre ha habido artistas "que
han analizado y transmitido con extremado rigor su propio proceso
creativo". No obstante, si la entendemos como un enfoque investigativo
particular, es hasta finales del siglo XX cuando la investigación artística
surge de una problemática compleja en la que la vida profesional del artista a
menudo está alejada de la idea de investigación en comparación a la que se
encuentra en otros ámbitos del saber, por lo que pretende elaborar un trabajo
de investigación donde su propia práctica y proyecto artístico es susceptible
de ser el eje fundamental del proyecto y cuya función es aportar conocimientos,
así como aplicaciones didácticas de sus métodos y resultados.
Diferentes aproximaciones y
perspectivas de la investigación artística
De acuerdo con Frayling existe una distinción entre tipos de
investigación en las artes, diferenciando entre “investigación dentro del
arte”, “investigación para el arte” e “investigación a través del arte”. En la
literatura especializada se han utilizado varios términos y expresiones para
denotar la investigación artística. Los más comunes son “investigación
basada-en-la-práctica”, “investigación guiada-por-la-práctica” y “práctica como
investigación”. La investigación basada-en-la-práctica es una noción general y
amplia que puede aplicarse cualquier forma de investigación en las artes
orientada hacia la práctica. Ya que el artista trabaja con un lenguaje
expresivo que atañe a los sentidos y no necesariamente con el lenguaje
congnitivo, resulta pertinente hablar de una investigación artística que
refleje la relación del artista con su propia práctica, y llegue a cuestionar
¿cómo sucede el arte?. La Arts and Humanities Research Council actualmente
prefiere el término investigación guiada-por-la-práctica para denotar la
investigación que está centrada-en-la-práctica. El término más explícito de
todos es práctica como investigación, ya que expresa el entrelazamiento directo
de investigación y práctica. La expresión “investigación artística”, que a
veces se elige para destacar la especificidad de la investigación en el arte,
evidencia no sólo el vínculo comparativamente íntimo entre teoría y práctica,
sino que también encarna la promesa de un camino diferente, en un sentido
metodológico, que diferencia la investigación artística de la investigación
académica predominante.
Método de investigación
Se piensa en el método científico como una forma certera de obtener
conocimiento; aunque en realidad no existe tal método, sino un conglomerado de
prácticas y estrategias vertebradas en torno a un esqueleto común: el empleo
sistemático de la experimentación, la medida y la razón. La observación
controlada y reproducible de los fenómenos, la búsqueda de regularidades,
la propuesta de hipótesis verificables, el establecimiento de leyes expresadas
en términos matemáticos, la emisión de teorías, el uso de modelos… todo ello
configura eso que se conoce como Ciencia.
A medida que se sigue esta forma de proceder se van obteniendo
datos, se encuentran relaciones entre ellos y se obtiene una visión y una
explicación más completa de los hechos conocidos. La ciencia crece, al igual
que lo hacen sus aplicaciones y, supuestamente, el control que tenemos sobre
nuestro medio.
Aplicando el método científico se genera ciencia. ¿Cabría pensar
en la existencia de un proceso similar para el Arte? ¿Se podría hablar de
ciertas formas de actuar y de pensar que conducen a la creación artística; es
decir, aplicando un método es posible generar Arte?
Cuando se pregunta a los artistas sobre su método, sobre la
sucesión de pasos que les han conducido a la creación de sus obras, no se
obtiene una respuesta concreta. Suelen hablar de su forma de trabajar, de sus
rituales, sus manías y sus rutinas, de situaciones y de estados que propician o
dificultan su trabajo, de inspiración… pero no es posible extraer de estas
conversaciones un método tan reproducible como puede llegar a serlo el método
científico.
La obra de arte es racionalizable pero no surge de la razón. No se
puede sistematizar, aunque haya sistemas y técnicas que la hacen más posible.
Si el artista no es capaz de enumerar la secuencia de pasos que le ha conducido
hasta el resultado final, posiblemente sea porque esta secuencia no existe,
porque el proceso creativo no ha sido lineal sino transversal, entretejido y
con bucles en el tiempo.
Cuando los paleontólogos intentan dilucidar sobre lo que se
considera humano y lo que no, las expresiones artísticas se admiten como una de
las evidencias más claras de la presencia y de la acción de los humanos de otro
tiempo. Las pinturas rupestres, las figuras talladas, la disposición de
abalorios y utensilios en una tumba son creaciones intencionadas que no pueden
vincularse directamente con la supervivencia. Cierto es que las manifestaciones
artísticas, lo mismo que las manifestaciones religiosas, pueden explicarse en
términos de cohesión de grupo, de biología social, de ventaja evolutiva
adquirida mediante el empleo de símbolos; pero esta explicación no parece
suficiente para justificar la capacidad que tienen estas obras de conmover, de
despertar las emociones miles de años después. Ignorar esto es empeñarse en
elaborar una visión simplista, por muy complicada que esta sea, del hecho
humano.
Lamentablemente, esta es la visión sobre la que se construyen los
sistemas educativos actuales; todos ellos fundamentados en el uso de la razón y
tratando de encontrar una forma científica de educar; es decir, buscando un
método racional que garantice el aprendizaje. Aunque, como ya apuntan las
neurociencias, no hay aprendizaje sin emoción y el Arte está más cercano a ella
que la razón. No basta con el manejo racional de las emociones, eso que se
conoce como inteligencia emocional, que solo palia pero no resuelve la gran
ineficacia de nuestra forma de educar. El Arte y la Ciencia son dos formas
diferentes de buscar, de obtener conocimientos. Una se apoya en la emoción y la
otra en la razón. Pero hay razonamiento en lo artístico y emoción en lo
científico. El gran problema de nuestras escuelas es ignorar que esta
interrelación existe, actuar como si no existiera.
Lo que llamamos pensar consiste en la traducción de nuestras
sensaciones y emociones en palabras y en el uso de estas palabras siguiendo las
reglas del lenguaje con el que hayamos aprendido a hablar y de la lógica en la
que se nos haya educado. Convertimos nuestras vivencias en un relato para
darles forma, para adquirir la falsa ilusión de que podemos manejarlas.
Interpretamos el mundo hablando y creemos que así lo podemos controlar.
El Arte interpreta y traduce la realidad de otra manera. Es una
forma de comprender y hacer más manejable aquello para lo que no son
suficientes las palabras; y por eso emplea el trazo, los colores, las formas,
los sonidos, el movimiento y el ritmo, entre los múltiples recursos expresivos
que tenemos a nuestro alcance. Desde este punto de vista, el proceder artístico
es más globalizador y, posiblemente, impacta más en nuestra biología y produce
aprendizajes más duraderos.
En las escasas ocasiones que se habla de incorporar el Arte en la
escuela, inmediatamente se piensa en incluir más dibujo, música o danza, por
ejemplo, en lo que allí se hace; se piensa en la creación y los resultados y se
da por supuesto el proceso. Pero la esencia del hecho artístico no son sus
obras sino la forma en que se llega a ellas. Y eso es lo que debería enseñarse:
la actitud, el proceder y los requisitos necesarios para colocarse en
disposición de que las musas lleguen.
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